Juanda-No me la deje ahí Boricua

Mamá, ¿dónde están los juguetes? Mamá, el niño Dios no los trajo...

10/28/2005

Anécdotas-primera entrega

Hoy comienzo a hacer el recuento de las mejores anécdotas de mi vida. Con ellas, entenderán un poco cómo soy yo. Primera entrega, cada una tendrá dos anécdotas.

Hermana electrocutada
Mi hermana tenía siete años, yo seis. Estábamos en El Cafeterito, un supermercado de otrora época en Medellín. Mi mamá mercaba, yo peleaba con mi hermana. Por ese entonces, ella, linda ella, tenía sus dos dientes frontales cubiertos con un revestimiento de metal, no sé que material, pero tenía lo que llamaban las abuelas los dientes de plata. Ambos veníamos de una pelea a muerte por manejar el carrito. Éramos los peores enemigos, odios desde pequeños saliendo a relucir. Llegó el momento de pagar. Todos los productos pasaron por la caja registradora y al final, en el momento en que mi madre firmaba el cheque, curiosa hermana asomó su cabeza y posó sus dientes sobre el plateado acero inoxidable de la caja registradora. Terror inmediato: ¡La cogió la luz! ¡la agarró la fuerza! Sus dientes no se separaban y ella temblaba al son del corrientazo, hasta que mi mamá se dio cuenta y la alcanzó a halar. Llanto profuso y regaño materno: ¿quién dijo que una caja registradora se mordía? La muchachita durmió todo el camino de regreso a casa. La verdad: gocé mucho.

Pinguino Bon Ice
Caminaba por la calle 10. Había llovido copiosamente. El piso mojado como si esta ciudad tuviera lluvias de Otoño. Iba ensimismado con mis pensamientos. Delante de mi, un señor, 40 años, camiseta blanca, bluyín frosted medio entubado. Caminaba rápidamente. El personaje en cuestión saltó de la acera a la calle en su afán por esquivar a una señora pobre que extendía su mano suplicando misericordia en monedas. No aplicó las lecciones de conducción, “mire bien antes de adelantar, espejos retrovisores, y si tiene dudas no lo haga”.
Debería haber dudado. Un pingüino de Bon Ice, ¿Los recuerdan? Bajaba sin frenos por la calle. Se lo llevó por delante. Yo no aguanté la risa y grité: “Lo atropelló un pingüino de Bon-Ice”. Se quebró una pierna y el pingüino perdió una rueda. Seguí mi camino pensando en lo vergonzoso que sería para ese señor que le preguntaran:

-¿ey, viejo, cómo se quebró el pie?-.
-No, pues... me atropelló un pingüino-.

¿Será que llamaron al Tránsito? ¿Le harían prueba de alcoholemia al antártico personaje?


Lo mejor que te puede pasar en la vida es ver a un pingüino atropellando a alguien...

10/04/2005

La columna del día: Víctor, sumas; Rosario, restas

Les comparto la columna mía, llamada ¿Sí o Qué?, que escribo hace cuatro años, los martes cada quince días, en el diario El Colombiano de Medellín. Apreciación sobre Sumas y Restas, en comparación con Rosario Tijeras. Lo fashion de Flora y Manolo opacó la verdad latente de Sumas y Restas. Eso da rabia. Los comentarios son bienvenidos...

¿Sí o Qué?
Víctor, sumas; Rosario, restas
Por Juan David Ramírez Correa

Nunca en la historia cinematográfica colombiana, dos películas basadas en el narcotráfico vivido por Medellín en los 80 se presentaban alternamente. Rosario Tijeras, de Emilio Maillé, y Sumas y Restas, de Víctor Gaviria, son las cintas que retratan la ciudad de traquetos, sicarios y hacedores de violencia. Sin embargo, siento, después de haber visto las dos películas, que la de Maillé resta y la de Gaviria suma.
Sé que me meto en terrenos peligrosos con esta columna. Terrenos peligrosos porque Rosario Tijeras está rodeada de fans y Sumas y Restas de críticas por aquello de la pornomiseria y la recurrencia en temas marginales con los que Gaviria retrata la ciudad.
Para muchos, Rosario, la asesina, visceral, drogadicta, terrorista y fatalmente seductora, es inferior a esa mujer con sentimientos, dolores, tristezas y amores. De ese modo, y para efectos dramáticos, Rosario sale incólume y cautiva al público. Artilugio de mercadeo perfecto en el que columnistas y comentaristas de los medios de comunicación cayeron: "Colombia está llena de rosarios tijeras. Ella es ejemplo de tenacidad en una ciudad en guerra", dijeron.
Si la película se alejara del contexto temporal y geográfico en el que se desarrolla, no sería más que una historia de amor interpretada por una actriz extremadamente bella, sensual y profesional. Sin embargo, y por más ficción que sea, el solo hecho de que la película se desarrolle en una ciudad infestada de traquetos y sicarios nos tiene que llevar a la reflexión. Todos esos hechos crearon las taras de la sociedad actual, taras combatidas por muchos que se desgañitan la cabeza tratando de corregirlas y borrarlas.
En ese sentido, la película es tan pobre como la media histórica del cine nacional. Cosa contraria sucede con Sumas y Restas. Gracias a un director testarudo y empecinado en la lectura social de esta ciudad logramos sentir el pálpito degradante de los narcos promedio.
En medio de fiestas de putas, perico en abundancia, muertos, bala y arribismo, donde el poder llega hasta el punto de ordenarles a los muertos que se levanten ("Parate, pirobo, que vos no estás muerto", le dice "el Duende" al hermano de Gerardo, tendido en el ataúd), sentimos de verdad la Medellín de los 80.
La película logra "dejarnos ver las trampas y los azares del juego sórdido de la mafia, por fin alguien nos permite ver los detalles de las hazañas terribles, el paso a paso de las opulentas tragedias en que hemos vivido desde hace más de 20 años", como lo dijo Pascual Gaviria (El Colombiano, 1 de octubre).
Gerardo, el mafioso emergente y ordinario, orgulloso de ser tan poco educado pero con plata, envuelve en el manto sórdido del dinero fácil a Santiago, quien moralmente no puede fallar ante su padre, su esposa, su hijo, pero tan inocentemente ambicioso que cae ante el primer guiño del diablo, que se divierte con él hasta la saciedad.
Así fue Medellín en los ochenta y sigue siendo en muchos aspectos. De ahí la gracia de la película, capaz de confrontar al espectador, quien con toda seguridad verá en los personajes a alguien conocido, a amigos del barrio, del colegio, de la universidad y por qué no, quizá algún familiar o a sí mismo.
Sumas y Restas es un retrato fiel de Medellín y su sociedad degradada. Es antropología contemporánea. Hay que verla para entendernos, pues, la aclamada Rosario Tijeras, no pasa de ser una versión rosa del flagelo más patente que ha vivido esta ciudad: el narcotráfico.

juanda@epm.net.co

Niñas ricas, perico ventiado...

"Plata es lo que hay, y eso que no estudié", Gerardo.