Identidad
Alguna vez le oí decir a una compañera de clase en la Universidad, que la identidad del colombiano estaba en la arepa. Lo primero que pensé: "¡Qué arepa de apreciación!". No pude más que contener la risa y darme cuenta de que yo no tengo identidad por una simple razón: no soy amante de la arepa, una arepa de maíz con mantequilla y queso no me descresta, no me da satisfacción. En resumidas cuentas, no me identifica.
Cosa contraria tal vez a lo que pensaba mi compañera de clase, quien, para no ir muy lejos, debe sentir un enorme placer -orgásmico, quién quita- por el acto de gozar comiendo arepa. Lo que fue una anécdota de clase, me lleva a pensar: ¿identidad? ¿Y qué carajos es eso? Bueno, por lo menos ya sé que en la arepa hay identidad, no sé si para todos, pero por lo menos sí para una persona a la que cada vez que recuerdo, la imagino bocado en mano, engullendo la de mote o la de chócolo y reafirmando su identidad quién sabe de qué.
Pero volvamos a la pregunta: ¿identidad? ¡Ah, Cosa difícil de definir! Pero, nada, a pensar y a poner a funcionar el cerebro a ver si encontramos la definición de este asunto. Voy al diccionario (me siento mediocre haciendo lo que hace todo el mundo cuando busca una definición, ir al texto de la Real Academia –siquiera no es Larousse, porque me daría vergüenza con Usted que lee estas líneas porque pensaría que soy un aficionado mediocre a los crucigramas. Es de buen crucigramista tener un Larousse. ¿Será que el buen crucigramista encuentra su identidad en el Larousse?)
No perdamos el rumbo. La Real Academia me dijo: Identidad: (Del b. lat. identitas, -atis). 1. f. Cualidad de idéntico. 2. f. Conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás. 3. f. Conciencia que una persona tiene de ser ella misma y distinta a las demás. 4. f. Hecho de ser alguien o algo el mismo que se supone o se busca.
Nada, hasta el momento nada claro. Sencillamente porque en la cualidad de idéntico o en los rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracteriza frente a los demás, no siento que esté eso que llaman identidad, eso que me haga sentir un ser autentico. Malditas divagaciones que no me dejan resolver este asuntico. Y yo pensando que en la Real Academia estaba la salida sencilla a este embrollo.
Veo que el problema de haber hecho esa pregunta está color de hormiga. Sigo buscando razones: mi identidad no está en la arepa, tampoco en el diccionario. ¿Será que está en el hecho de ser latino? Si es por rasgos físicos, pues creo que por ahí sería el rumbo: mi pelo es ondulado intenso (lo digo así porque algunos dicen que estoy en el límite que divide el pelo crespo del churrusco), la piel, en días de bronceado es morena, tengo el ritmo en la sangre (con los pasos para el baile trastocados, pero que el ritmo está, está), en fin. Pero, -y siguen las preguntas- ¿sí pensaré como un latino? Mierda, se me cayó el sofisma que había logrado construir de la identidad latina.
A decir verdad, no creo que piense como un latino. Los libros que me he leído me sacaron de todo aquello que se llamara Boom literario, no soy macondiano, las mariposas amarillas me parecen bonitas pero no me hacen alucinar, ¿el niño cola de cerdo? no veo la hora de conocerlo, para reírme, en fin, muchas cosas mágicas, pero, no, no y no, por ahí no está mí identidad. En cierto momento pensé que en Andrés Caicedo había algo de mí, leía líneas llenas de cine, salsa y Rolling Stones, el asunto pintaba bien. Sin embargo, apenas empecé a ver un montón de gente con complejo de Andrés Caicedo, depresivos, melancólicos, oscuros, queriendo ser gagos como lo fue él o emulando a Angelita y Angelito, dije otra vez que por ahí no era. Confieso que no veía la hora de que todos esos desadaptados con complejo de Calicalabozo se tomaran la dosis de Seconal que le cortó las alas al caleño. Me pasó como a Alberto Fuguet, mi escritor de cabecera, al hablar de McOndo, uno de sus libros: “McOndo, desde luego, surgió cuando algunos norteamericanos consideraron que lo que yo escribía no era ni malo ni bueno sino ‘poco latinoamericano’”. Y que no me vengan a decir ahora que el spanglish mató la identidad castellana o que los extranjerismos están acabando con la preciosa lengua quijotesca.
Sigo buscando... ¿y la música? Más difícil todavía encontrar identidad. En cierto momento tuve una época en la que oí trova cubana, pero como no logré ser contestatario como quisieran todos los “compañeros” y no logré comprender “qué cosa fuera la masa sin cantera”, desistí. Mi siguiente experiencia fue con la música andina. Hombre, Mercedes Sosa, León Gieco, Víctor Jara, en fin, buena música, con sentimiento, olor a pueblo, anti stablishment, pero ¿cómo le hacía oídos sordos a la musiquita en inglés, al rock and roll, a las guitarras eléctricas, los sintetizadores, a Jagger, a los Beatles?. No nos vayamos muy lejos: de Chico Buarque a los Rolling Stones, hay una gran diferencia, y me quedo con los últimos. Nada de la identidad, una X más que debí hacer en la lista de rubros identatarios.
Calma. Sin desespero. Definitivamente este asunto de encontrar la identidad está como que complicado, pero bueno. Ya creo que no le daré más vueltas al asunto, por lo menos no más esta vez. No encontré mí identidad en la arepa, ni en el Larousse, ni en Gabo ni en Andrés Caicedo, ni en Mercedes Sosa, ni en Chico Buarque. Nada, no apareció. Ahora pienso, y entonces ¿dónde está la identidad? Creo, sin ir muy lejos, que está en seguir buscándola. Lo encontré, mí identidad está en seguir buscándola. Descansé. Amén.
Cosa contraria tal vez a lo que pensaba mi compañera de clase, quien, para no ir muy lejos, debe sentir un enorme placer -orgásmico, quién quita- por el acto de gozar comiendo arepa. Lo que fue una anécdota de clase, me lleva a pensar: ¿identidad? ¿Y qué carajos es eso? Bueno, por lo menos ya sé que en la arepa hay identidad, no sé si para todos, pero por lo menos sí para una persona a la que cada vez que recuerdo, la imagino bocado en mano, engullendo la de mote o la de chócolo y reafirmando su identidad quién sabe de qué.
Pero volvamos a la pregunta: ¿identidad? ¡Ah, Cosa difícil de definir! Pero, nada, a pensar y a poner a funcionar el cerebro a ver si encontramos la definición de este asunto. Voy al diccionario (me siento mediocre haciendo lo que hace todo el mundo cuando busca una definición, ir al texto de la Real Academia –siquiera no es Larousse, porque me daría vergüenza con Usted que lee estas líneas porque pensaría que soy un aficionado mediocre a los crucigramas. Es de buen crucigramista tener un Larousse. ¿Será que el buen crucigramista encuentra su identidad en el Larousse?)
No perdamos el rumbo. La Real Academia me dijo: Identidad: (Del b. lat. identitas, -atis). 1. f. Cualidad de idéntico. 2. f. Conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás. 3. f. Conciencia que una persona tiene de ser ella misma y distinta a las demás. 4. f. Hecho de ser alguien o algo el mismo que se supone o se busca.
Nada, hasta el momento nada claro. Sencillamente porque en la cualidad de idéntico o en los rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracteriza frente a los demás, no siento que esté eso que llaman identidad, eso que me haga sentir un ser autentico. Malditas divagaciones que no me dejan resolver este asuntico. Y yo pensando que en la Real Academia estaba la salida sencilla a este embrollo.
Veo que el problema de haber hecho esa pregunta está color de hormiga. Sigo buscando razones: mi identidad no está en la arepa, tampoco en el diccionario. ¿Será que está en el hecho de ser latino? Si es por rasgos físicos, pues creo que por ahí sería el rumbo: mi pelo es ondulado intenso (lo digo así porque algunos dicen que estoy en el límite que divide el pelo crespo del churrusco), la piel, en días de bronceado es morena, tengo el ritmo en la sangre (con los pasos para el baile trastocados, pero que el ritmo está, está), en fin. Pero, -y siguen las preguntas- ¿sí pensaré como un latino? Mierda, se me cayó el sofisma que había logrado construir de la identidad latina.
A decir verdad, no creo que piense como un latino. Los libros que me he leído me sacaron de todo aquello que se llamara Boom literario, no soy macondiano, las mariposas amarillas me parecen bonitas pero no me hacen alucinar, ¿el niño cola de cerdo? no veo la hora de conocerlo, para reírme, en fin, muchas cosas mágicas, pero, no, no y no, por ahí no está mí identidad. En cierto momento pensé que en Andrés Caicedo había algo de mí, leía líneas llenas de cine, salsa y Rolling Stones, el asunto pintaba bien. Sin embargo, apenas empecé a ver un montón de gente con complejo de Andrés Caicedo, depresivos, melancólicos, oscuros, queriendo ser gagos como lo fue él o emulando a Angelita y Angelito, dije otra vez que por ahí no era. Confieso que no veía la hora de que todos esos desadaptados con complejo de Calicalabozo se tomaran la dosis de Seconal que le cortó las alas al caleño. Me pasó como a Alberto Fuguet, mi escritor de cabecera, al hablar de McOndo, uno de sus libros: “McOndo, desde luego, surgió cuando algunos norteamericanos consideraron que lo que yo escribía no era ni malo ni bueno sino ‘poco latinoamericano’”. Y que no me vengan a decir ahora que el spanglish mató la identidad castellana o que los extranjerismos están acabando con la preciosa lengua quijotesca.
Sigo buscando... ¿y la música? Más difícil todavía encontrar identidad. En cierto momento tuve una época en la que oí trova cubana, pero como no logré ser contestatario como quisieran todos los “compañeros” y no logré comprender “qué cosa fuera la masa sin cantera”, desistí. Mi siguiente experiencia fue con la música andina. Hombre, Mercedes Sosa, León Gieco, Víctor Jara, en fin, buena música, con sentimiento, olor a pueblo, anti stablishment, pero ¿cómo le hacía oídos sordos a la musiquita en inglés, al rock and roll, a las guitarras eléctricas, los sintetizadores, a Jagger, a los Beatles?. No nos vayamos muy lejos: de Chico Buarque a los Rolling Stones, hay una gran diferencia, y me quedo con los últimos. Nada de la identidad, una X más que debí hacer en la lista de rubros identatarios.
Calma. Sin desespero. Definitivamente este asunto de encontrar la identidad está como que complicado, pero bueno. Ya creo que no le daré más vueltas al asunto, por lo menos no más esta vez. No encontré mí identidad en la arepa, ni en el Larousse, ni en Gabo ni en Andrés Caicedo, ni en Mercedes Sosa, ni en Chico Buarque. Nada, no apareció. Ahora pienso, y entonces ¿dónde está la identidad? Creo, sin ir muy lejos, que está en seguir buscándola. Lo encontré, mí identidad está en seguir buscándola. Descansé. Amén.
1 Comments:
At 9:08 a. m., Astronautaperdido said…
Creo además, Juanda, que somos pura identidad nómada, nosotros la gente "bien" y por fortuna inclasificable, los que nos formamos a punta de Chespirito, Los Pitufos, Automán, Mc Gyver y Fito Páez. Nuestra identidad es la TV, religión y consuelo de este tiempo. Juanda: puro New York - México - Buenos Aires - Medellín. "La identidad está en seguir buscándola". Muy coool.
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